Educador de Gatos

CAT   ESP

Pingu y Gargamel

Por Marina José Clave

Todo empezó a principios de junio. Estábamos fuera en el patio como cada día a mediodía cuando de repente un gato vecino pasó por detrás del bambú (ya que tenemos todo el patio cerrado así) y quiso atacar a nuestro gato desde fuera (esto es lo que nosotros pensamos que pasó). El pequeño (se llama Pingu) se puso a la defensiva y como no lo veía atacó al mayor (Gargamel). Aquí empezó nuestra pesadilla después de casi 4 años de una convivencia fantástica.

Desde aquel día Pingu solo hacía que atacar a Gargamel, él chillaba, bufaba y no paraban de pelearse. Las peleas iban a peor cada día. Un día abajo en el garaje, otro día en el comedor, otro día en la habitación... y así continuamente.

Estábamos desesperados, noches sin dormir, marchándonos de casa con la preocupación y la angustia de no saber si al volver estarían bien o se habrían hecho daño. La situación fue a peor, hasta que un día se pelearon de tal manera que yo, con mi única intención de separarlos para que no se hiciesen daño, me mordió el dedo, haciéndome una fisura y teniendo que llevar una férula. Sabía que era culpa mia por poner las manos, cosa que no debería haber hecho, pero la desesperación me hizo actuar así. No me creía lo que acababa de pasar. Yo encerrada dentro de una habitación intentando calmar a Pingu, con un dolor horroroso, nerviosa y con ganas de llorar, me dolía más el corazón de ver que la situación había empeorado... así que, después de esto decidimos tenerlos separados.

Aquí empezó otro calvario. Tanto al uno como al otro les cojía ansiedad si les dejábamos encerrados en una habitación. Decidimos dormir separados, uno encerrado en una habitación con Gargamel y el otro que diera vueltas por toda la casa, y cada noche íbamos cambiando para que no se hicieran territorio propio una parte de la casa. En este transcurso de tiempo, pedimos opiniones a veterinarios y expertos en gatos, pero todos los consejos que nos daban no nos servían. "Si se enganchan tírales agua y se apartarán" "Trata de poner feliway por toda la casa" "Podemos probar de medicar al gato para que se calme"... etc. ¡Yo no quería drogar a mi gato! ¡El problema no era este! Dinero y más dinero gastado (que es lo que menos nos preocupaba) y el problema aun lo teníamos en casa.

Cuando adoptamos a Pingu (de una protectora, Gargamel es rescatado de la calle), lo esterilizamos a los 6 meses aproximadamente. Al hacer la esterilitación, se ve que tenía un testículo muy subido y no lo pudieron sacar. Nos dijeron que no debería conllevar ningún tipo de problema, así que confiando en la veterinaria seguimos haciendo nuestra vida.

Pensamos que quizás el problema era hormonal, y que el testículo quizás había bajado y que ahora nos estaba originando estos problemas de comportamiento, así que lo volvimos a operar (por sorpresa nuestra, nos dijeron que no se podía dejar un testículo dentro, ya que a la larga podía traer problemas de salud importantes para el gato, como tumores, etc.). La operación fue bien, el postoperatorio fue bueno, aunque el problema seguía existiendo.

Vivimos en una casa de dos pisos, y construimos una puerta para separar el piso de arriba con el piso de abajo para que tuviesen más espacio para moverse y no tuvieran ansiedad. Pensamos que sería la mejor solución dentro de lo malo. Con la puerta se podían ver y oler, pero no hacerse daño.

Estábamos desesperados. Estábamos entrando en una crisis muy importante, como pareja dormíamos separados, comíamos separados, todo lo hacíamos a demanda de los gatos. Dejamos atrás la familia, las amistades, porque no podíamos conciliar todas las cosas. Y nadie entendía porqué hacíamos esto. No veíamos la luz, solo teníamos ganas de llorar y sufríamos al verles pasar por aquella situación. Nadie nos sabía dar ninguna explicación de lo que pasaba, que de la noche al día una relación tan buena que tenían se hubiese roto sin saber porqué (porque nosotros supusimos que la situación inicial fue así, pero no lo sabemos seguro). Ni una explicación lógica, nadie para guiarnos en esta pesadilla...

Hablé con Maite, la que lleva la protectora "El Cau de la Cendra", donde adoptamos a Pingu, para explicarle la situación. Todo lo que habíamos hecho, lo que estábamos haciendo y sobre todo, y algo que teníamos muy claro, que nunca separaríamos a los dos gatos. Juntos siempre, en ningún momento nos planteamos dar, regalar, ni devolverlo a la protectora como muchos nos decían que hiciésemos. Nuestros gatos son nuestra familia y yo decidí tenerlos con todas las consecuencias. Estaba positiva y sabía que tarde o temprano encontraríamos alguna solución. Y gracias a Maite la encontramos. Fue ella quien me nombró a Jordi, un educador felino.

Miramos su página web y empezamos a leer las historias que describían lo mismo que nos ha pasado a nosotros. No hacíamos más que llorar leyendo todas aquellas historias. Así que cogí el teléfono y pensaba...no me lo cogerá, debe de tener mucho trabajo y no lo cogerá, cuando por sorpresa mía, me lo cogió. Estaba nerviosa, no sabía cómo explicar todo lo que pasaba en una breve llamada de teléfono, no quería llorar, así que saqué fuerzas de donde pude y le hice un resumen de la situación, cuando él me dijo las palabras que me hicieron cambiar la manera de ver las cosas: tranquila Marina, todo se solucionará. El martes vengo a vuestra casa.

Jordi, qué decir de ti. Viniste a casa, con tu paz interior, intentando calmar más nuestros ánimos que los de los gatos. Nos ayudaste a entender la situación, nos diste consejos, y con tus "shtt" nos hiciste ver muchas cosas. A día de hoy, después de mucho trabajo y con mucha paciencia, podemos decir que volvemos a ser una familia de 4, que mis dos pequeños vuelven a quererse como se querían antes, como si nunca hubiera pasado nada. Y no sabemos cómo agradecerte que nos ayudases cuando nadie más lo hizo, cuando nadie entendía por qué hacíamos todo esto por dos gatos, porque nadie más que tú entiende lo que es querer a los animales, porque tú nos entendiste cuando decíamos que lucharíamos hasta el final. Porque gracias a ti ahora volvemos a ser quienes somos, por darnos una mano amiga y sacarnos del pozo.

Maite, gracias por escucharme, por ayudarme y estar cada día. Nos ayudaste muchísimo a salir adelante. Gracias por estar ahí siempre, y por ayudar a los peludos. ¡Necesitamos más gente como tú!

Gracias, únicamente mil gracias.

Pingu, Gargamel, Roger y Marina