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Siberianos en Suráfrica

Después de mis vivencias en Inglaterra, mi siguente paso fue Sudáfrica. Esta vez mi experiencia fue con lobos siberianos. Pasé 4 meses en un centro de acogida para lobos llamado Tsitsikamma Wolf Sanctuary. Situada en el Parque Nacional de Tsitsikamma, es una asociación sin ánimo de lucro que se dedica a encontar y rescatar a todos los lobos siberianos que hay en Sudáfrica.

QUIÉNES SON Y QUE HACEN
Los lobos fueron introducidos en Sudáfrica hacia el año 1984, con la intención de cruzarlos con perros alsacianos (de gran tamaño) y conseguir un individuo grande, fuerte y feroz. La fusión fue un desastre gracias a la naturaleza tranquila del perro. No eran aptos para su propósito, así que empezaron a venderlos y maltratarlos por todo el país. Algunos fueron a parar a zoos, otros a coleccionistas privados y otros a patios cerrados con amos que apenas sabían de perros.

Esta asociación trabaja para evitar el abuso a estos animales, recogiendo lobos sin importar su condición. Algunos de ellos, como resultado del experimento, no son 100% lobos. Es también por esta razón que se lucha para conseguir a todos ellos, evitando así la cría y la degradación genética de la especie.

En el centro había 18 lobos, repartidos por grupos en 4 grandes cercados. En cada uno de ellos, vivían según sus normas, con sus rangos y posiciones. Los machos y hembras alfa dominaban la situación, los omega siempre eran los últimos y los del medio a la expectativa.

Justo a mi llegada, en julio de 2002, también lo hicieron 6 cachorros de lobo incautados por la policia. Venían de una ciudad llamada Port Elizabeth y el santuario era su única opción.

PROYECTOS Y RECAUDACIÓN DE FONDOS
Hace poco más de un año, le donaron a esta asociación una gran extensión de tierra en las montañas de Baviaanskloof, que pronto será nombrado parque nacional en Sudáfrica. El proyecto pasa por vallar la zona y crear un hábitat para todos los lobos. El cálculo salió a 30.000 estacas a clavar y cientos y cientos de metros de alambrada. Además, hay que colocar, por arriba y por abajo, alambrada electrificada para evitar que los lobos intenten escapar y para poder protegerlos de agresiones externas: del hombre. Algunos granjeros, vecinos del futuro proyecto, ya amenazaron de antemano a esta asociación con disparar a los lobos si estos, iban a vivir allí. Poco les importaba que les aseguraran que no podían salir del vallado, se justificaban diciendo que el lobo no es un animal autóctono y que les robaba espacio para su fauna. Yo creo que les robaba una parte de su lugar de caza, donde matan a los pocos leopardos que quedan en esta parte del país, entre otros "trofeos". El área destinada a este nuevo santuario, es un punto minúsculo en un sistema montañoso que va desde el sur del país hasta Mozambique, la cual cosa deja margen suficiente para la fauna nativa y para remediar un problema que crearon los sudafricanos.

Entre otras iniciativas, durante mi tiempo allí fuimos a recaudar fondos al Festival de la Concha, en un lugar llamado Jeffreys Bay, un pueblo surfero de la costa índica del país. Allí llevamos a los seis cachorros que yo cuidaba. Por tres días en su vida, fueron expuestos al público para ayudar a recaudar fondos, para ayudarse a sí mismos y al resto de lobos del santuario, a construir un nuevo lugar más grande para vivir. Colocados en una jaula especial para ellos, la gente les miraba, se informaba, les tiraba fotos y donaba dinero generosamente. Entre la gente que se informó en la pequeña carpa, vino un hombre de Johannesburgo, la ciudad de los negocios del país, y donó a la asociación la alambrada eléctrica necesaria para rodear la gran extensión. Fue una gran suerte que pasara aquel hombre por allí, realmente quería a los lobos.

A lo largo del día, tenía que sacarles de allí y llevármelos a pasear. Solo había la playa, así que allí ibamos, rodeados de un montón de gente, sobre todo niños que no se podían creer que aquellos perritos no eran sino lobos. Supongo que no es normal ver lobos en la playa, pero esta foto da fe de ello.

MI EXPERIENCIA
Durante los cuatro meses que estuve en Sudáfrica, pasé una de las mejores experiencias de mi vida: criar a seis cachorros de lobo siberiano huérfanos. Durante mis primeros días en el santuario, me ocupaba de ultimar uno de los cercados, cortando tramos de vegetación para hacerla habitable y mejorando una gran balsa de agua. Iba destinada a un grupo de seis lobos adultos que llegaron de un lugar llamado Knysna. A parte, me construí mi propia casa de madera, donde estuve viviendo durante mi tiempo allí. A mi marcha, quedaría para los siguientes voluntarios que quisieran tener la misma experiencia que yo. Era un proyecto muy nuevo y justo se estaba levantando.

Al poco tiempo, llegaron al centro seis cachorros de lobo que habían sido incautados por la policia. Tenían poco más de un mes de vida y estaban muy desconcertados; necesitaban una madre. Había dos lobas adultas, madres adoptivas potenciales, pero un posible rechazo podría ser fatal. Michael y Cathleen, los responsables del centro, me pidieron si podía hacerme cargo de los huérfanos, atendiendo a todas sus necesidades en cualquier momento. No lo dudé ni un instante, les dije que sí. Primero vivieron en el lugar reservado a los animales enfermos, porque era un sitio pequeño y bien cerrado. Allí empezaron su nueva aventura personal para formar parte de una manada de lobos.

Los primeros días fueron bastante duros para los cachorros. Lloraban constantemente y solo parecían consolarse cuando les llevaba su comida o cuando me quedaba cerca de ellos y les hacía de madre. Yo era el único al que veían, me adoraban, para ellos era su madre y me seguían por todas partes. A veces les pisaba sin querer o me tropezaba con ellos, ¡estaban por todas partes!. Sus primeras comilonas de carne fresca las cortaba a trozos muy pequeños. Les encantaba la hora de la comida, y a mí también. Intentaban comer la máxima cantidad de carne que podían en el menor tiempo posible. Durante la comida también tenían tiempo de apartarse unos a otros, hablándose con la boca llena. Les daba de comer dos veces al día, generalmente becerros machos, donados por los granjeros al no tener valor comercial (no dan leche, básicamente).

Desde la seguridad de su pequeño rincón veían, oían y olían a los otros lobos. Pronto les dejé salir a un largo pasillo que estaba al lado de sus futuras madres. Corrían a lo largo de él, mientras la curiosidad les hacía observar a aquellas lobas que les miraban atónitas. Una vez las lobas aceptaron a los pequeños a través de la alambrada, empezó la parte más delicada: el primer contacto. Empecé dejando entrar en el corredor a una de las madres, a ratos, tomando precauciones para los cachorros. La verdad es que era una loba muy buena y no puso muchos problemas. Enseguida quiso estar con ellos. Ellos no lo tenían muy claro, pero rápidamente le cogieron afecto. Era un poco bruta al principio, pero quería ser madre.

Dos meses después de su llegada, hice el último paso: trasladarlos a su lugar definitivo, con sus dos madres. No se llevaban muy bien entre ellas, por lo que no sabía si se podría crear alguna disputa. Finalmente, todos entramos. Rápidamente las lobas se echaron encima de los lobeznos, con la adrenalina por las nubes. No hubo conflicto, la curiosidad era inmensa. Allí donde iban los pequeños, allí iban las lobas. Yo estaba presente durante la presentación, y ninguna de las dos lobas hizo jamás el más mínimo gesto por atacarme.

La verdad es que fue un éxito muy grande que guardo como uno de mis mejores recuerdos. Esos lobos habían encontrado un hogar y dos madres, razones por las que existe un centro como este. Al día siguiente, las orgullosas madres empezaron a regurgitar la comida para sus nuevos cachorros, fue un espectáculo de la naturaleza fantástico, era conmovedor. Ya no les moví más de allí, ya tenían lo que habían venido a buscar. Pronto los cachorros se encariñaron con sus nuevas madres y ellas con ellos.

Por otra parte, con la ayuda del veterinario de Kareedouw, un pueblo cercano, se llevó a cabo la extracción de muestras de ADN de todos los lobos. En primer lugar, movimos los lobos desde sus cercados hacía el sitio donde vivían por entonces los cachorros, ideal para tal práctica. Los fuimos colocando por manadas en diferentes compartimentos, para dispararles un dardo tranquilizante y empezar la operación. En ocho minutos caían inconscientes, y en ocho más teníamos que extraer todo tipo de muestras: pelo, sangre, peso, dimensión de los colmillos...En poco más de tres horas de trabajo ininterrumpido, terminó la experiencia que necesitó de trece personas.

REFLEXIÓN
Nunca es grato ver animales salvajes en cautividad, y aún menos una cosa tan aberrante como animales de zonas muy frías en un sitio tan caluroso. Vivir sí que viven, pero el verano es más que un suplicio para estos animales. Largas horas tumbados en la sombra y múltiples baños en su piscina particular son la única manera de pasar los días. Una vez más, la mano del hombre ha intervenido para hipotecar vidas de animales salvajes. Esta vez por el capricho de cuatro, con un fin un tanto dudoso, lobos siberianos están arrestados en Sudáfrica sin opción a una salida. Sus esperanzas pasan por ingresar en este santuario, el único del país para ellos. La opción de volver a su hábitat natural es muy difícil, casi imposible. El hecho de que algunos ejemplares no sean 100% puros, les cierra totalmente las puertas a una vida en libertad.

Muchas noches, en plena oscuridad, me despertaban sus aullidos. Todos lo hacían a la vez, parecían ponerse de acuerdo. Uno empezaba y el resto le acompañaba. Siempre era bonito verles aullar, con la cabeza alzada hacia el cielo, tratando de liberar su espíritu por la boca. Con luna llena era realmente espectacular, de película.

Hay mucha gente haciendo cosas para ayudar a los animales. Yo he querido hacer esto y poner mi granito de arena en la lucha por los derechos de los animales.