Linux, una historia triste con un final feliz

per Carme González

No sabía cómo empezar a explicar la historia de Linux, así que lo haré cronológicamente, tal y como la hemos vivido.

Fue el mes de enero pasado (2009) cuando me llamó una amiga, Mari Madueño, una compañera animalista que hace muchísimo por los gatos y a la que muchos de vosotros conocéis. Tenía un S.O.S: un gato que dio en adopción hace dos años necesitaba un hogar, porque su dueña había encontrado pareja, se iba a vivir con él, y él no quería a los gatos en casa. Tenía dos gatos, una siamesa de pelo largo que se quedó una familiar que vivía en Mallorca, y Linux.

Lo que le extrañó mucho a Mari fueron dos cosas: el gatito que dio en adopción hace dos años era muy cariñoso, y le encantaba jugar con la gente. Ya sabéis que hay gatos que confían más en las personas que otros, y Linux era de los que le encantaban las personas. Tenía fotos de cuando era pequeño que lo demostraban. Sin embargo, ahora no dejaba que nadie lo tocara. No era agresivo, sencillamente se ponía a temblar y “bufaba”, pero aunque intentaras tocarle (y yo me arriesgué muchas veces cuando estaba en un rincón), nunca arañó ni mordió a nadie. La otra cosa que le llamó la atención es que le falta parte de la cola, tiene un muñón a media cola. No sabemos si tiene relación el maltrato con esto, pero nos da muy mala espina. Mari no recuerda que le faltara la cola, y estas cosas se recuerdan. En las fotos de cuando era pequeño tampoco hemos conseguido verla…

Con el paso de los días, nos enteramos de más cosas. La gata siamesa que facturaron en el aeropuerto pesaba, con transportín incluido, poco más de tres quilos. Y, por lo visto, el terror de Linux para con las personas tenía una razón: su dueña solía hacer “fiestas” en casa, y en una de ellas pasó “algo” que hizo que, a partir de entonces, no dejara que nadie se acercara. Se volvió tímido y temblaba cada vez que alguien intentaba tocarlo. Todo esto lo supimos por una amiga de la antigua dueña, pero no hemos tenido más información.

Pero como lo que importa no es el pasado, que ya no tiene arreglo, vamos al presente. Estuve dos meses intentando acercarme a él, pero no lo conseguía. Sin embargo, sí se hizo compañero de uno de mis gatos, un gato enorme (pesa más de 8 quilos) y tranquilo que es el rey de la casa. Linux lo seguía por toda la casa y dormía con él. Con mi otra gata no se lleva tan bien, y eso que él lo sigue intentando, le hace “cabezaditas” y la lame cuando duerme, pero ella es muy especial, y va conmigo a todas partes, supongo que le tiene celos, porque si puede, no le deja acercarse a mi…podéis ver en la foto de Linux en primer plano los arañazos que tiene en la nariz 😉

Finalmente, como lo más importante era conseguir que las personas no fuéramos motivo de miedo, vino a casa Jordi, el educador de gatos. Me enseñó la técnica para que percibiera que nadie iba a hacerle daño, para que se dejara acariciar, y nos recetó “sesiones largas de caricias y mimos”. Y eso hemos hecho, tanto mi pareja como yo (y mi gato Shiro, sin saberlo, también). Conseguimos que se dejara acariciar, con precauciones, y comenzó a perseguirnos por toda la casa buscando compañía. No podías acercarte bruscamente a él, porque se asustaba, pero cuando te veía por la mañana, por ejemplo, que te acababas de levantar de la cama, se ponía delante de ti, comenzaba a ronronear y se sentaba en el suelo esperando tus caricias.

Hace cosa de un mes (en octubre de 2009), una pareja se interesó por Linux y habló con Mari. Son una pareja encantadora que estaban dispuestos a esperar hasta que se ganaran su confianza, y a trabajar con él. Así que Linux cambió de nombre (ahora se llama Yuri) y fue a su nuevo hogar. Cuando ya llevaba dos semanas en su casa, le pedimos a Jordi que volviera a visitar a Yuri, y que explicara su técnica a los adoptantes. De una manera increíble, consiguió que Yuri terminara la sesión en brazos de su nuevo amigo (me resisto a llamar “amos” a los humanos que comparten su vida con un animal), ronroneando y prácticamente abrazado a él. Podéis imaginar que fue un momento muy especial y emocionante.

Desde ese día, el progreso de Yuri ha sido rapidísimo. Seguramente sabe que ese hogar no es un lugar de paso, como lo era el mío, sino que será su hogar definitivo, un lugar donde vivir seguro y feliz hasta que sea un gatito muy viejito. Se sienta en el sofá con sus compañeros de piso, y es taaaan cariñoso, que no parece posible que pueda ser el mismo gato asustado y tembloroso que llegó a mi casa hace menos de un año. Lo que he aprendido de todo esto es que nunca debemos perder la esperanza con un animal, los gatos son seres muy especiales, muy sensibles y perceptivos, pero para nada son tan independientes y ariscos como la gente piensa. Necesitan cariño, confianza y amor, como cualquiera de nosotros. Detrás de cada gato “agresivo” hay un pequeño asustado, estresado y nervioso que puede reconducirse si conoces las técnicas adecuadas, o cuentas con alguien como Jordi que pueda orientarte y ayudarte en ese camino. Y lo más importante, cuando consigues acariciar un gato que pensabas que era “agresivo y arisco” y te responde con sus ronroneos, es una sensación indescriptible.

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