Revista Pronto

Revista “Pronto” estiu de 2013

Jordi Ferrés, el hombre que susurra a los gatos

Jordi Ferrés es un soltero de 38 años que vive en Sant Cugat del Vallés (Barcelona) y se dedica a psicoanalizar gatos: “a los 17 años, acabé de estudiar y, tras diferentes trabajos que no me aportaban nada, decidí intentar dedicarme a mi pasión, que son los animales. Con 25 años, me fui a Inglaterra como voluntario de The Cat Survival Trust, una ONG británica dedicada a cuidar felinos salvajes. Tienen ocelotes, jaguares, leopardos de las nieves, pumas… Preservan animales que habían estado en cautividad y son los que me aportaron los conocimientos para poder luego dedicarme a ser educador de gatos”.
Allí estuvo año y medio antes de partir a Sudáfrica para participar en un proyecto de investigación con leopardos durante seis meses y, después, en otro parque natural con lobos, “donde hice de madre de seis lobeznos hasta lograr introducirlos con dos madres lobas adultas”.

Con toda esa experiencia, regresó a España y se puso a trabajar en el Centro de Acogida de Animales de Compañía (CAAC) de la Arrabassada de Barcelona, la antigua perrera municipal. Allí estuvo durante año y medio como encargado de la zona de gatos. Muchas personas le explicaban sus historias, “que si les habían regalado un gato y no sabían qué hacer, otros me contaban los problemas que tenían con ellos… Es cuando nació la idea de dedicarme a ir por las casas para ayudar a las personas y a sus gatos”. Esto fue hace diez años, en mayo del 2004. Desde entonces, unos 1200 de estos animales han pasado por su “diván”. Además, ha inventado el biberón de gatos, el Kitten Easy Feeder, “natural e intuitivo”, comercializado desde enero y “único en el mundo”. Jordi tiene dos gatos en casa, Tarongina y Bunyolet, a los que encontró abandonados en la calle.

PRONTO: ¿Qué problemas te consultan?
JORDI FERRÉS: Suelen preguntarme sobre gatos que se pelean o sobre gatos y perros en una misma casa; acerca de los que tienen miedo; cómo presentar un nuevo gato en una familia donde ya había otro. A veces, hay animales que se lamen hasta hacerse daño y otros atacan a las visitas. El problema más común es el de los gatos que hacen sus necesidades fuera de la arena destinada a ello. Es también el más difícil de resolver porque has de entrar en la cabeza del gato y averiguar qué piensa para poder aplicar técnicas que funcionen y que las personas puedan poder en práctica. Hay todo un trabajo y requiere mucha paciencia por parte de su cuidador.

P.: Dices que te metes en la cabeza de un gato, ¿y qué piensa un gato?
J.F.: Mil cosas. No es tanto lo que piensan, sino lo que les puede preocupar, agobiar o estresar. Me tengo que preguntar: ¿qué le falta a este gato? ¿qué le sobra? ¿cómo le tratan? ¿está solo muchas horas? ¿lo encierran y no puede salir? Analizo todo eso e intento que la vida del animal mejore para que no tenga porqué protestar o padecer estrés. Para ello, he de ir a donde vive el gato para poder tratarlo.

P.: ¿Te consideras un psicólogo de gatos?
J.F.: Sí. Sin título, como los etólogos licenciados, pero es que no comulgo con sus ideas. Son muy teóricos y a veces hacen las consultas por correo electrónico sin ni siquiera ver al gato.

P.: ¿Qué enfermedades pueden padecer?
J.F.: En un gato todo es motivo de estrés, tienen un montón de alarmas conectadas todo el día que provienen de su parte salvaje y cualquier cosa fuera de lo común les provoca comer compulsivamente, rascarse hasta lastimarse, hacer pipi o caca donde no toca, incluso un comportamiento violento. Y también pueden padecer depresión con síntomas muy similares a los humanos, como estar alicaído. Se conoce bien lo que se llama “el suicidio del gato”. Cogen tal depresión que dejan de comer hasta morir. Suelen ser gatos que han vivido muy bien en alguna casa y que, por circunstancias como la muerte de su cuidador, acaban en la calle o en un refugio.

P.: ¿Es lo mismo educar a un gato que a un perro?
J.F.: No tienen nada que ver. El ejemplo que siempre digo es: un perro te ve y es cómo si te dijera, “venga, va, ¿qué hacemos?”. Un gato, en cambio, te mira y te está diciendo “eh, ¿cómo estamos?”. Un perro se desvive por servirte y estar contigo, puede acompañarte a dar un paseo, te lo puedes llevar de vacaciones a la playa o de excursión; un gato no, ellos son independientes.

P.: Quiero tener un animal de compañía. ¿Escojo perro o gato?
J.F: En principio, cualquier persona a la que le gusten los animales, puede tener tanto uno como otro. Quizás no recomendaría tener gato a quien esté todo el día fuera de casa. Y personas de edad avanzada mejor que no cojan un gato joven. Lo que hay que tener claro es que no hay que tratar a un gato como a un perro. Un perro necesita autoridad, a un gato no se le pueden dar órdenes. Y pese a ser animales independientes, también necesitan de nuestra compañía y les afecta nuestra ausencia.

P.: Niños pequeños y gatos no parecen llevarse bien del todo.
J.F.: Pueden congeniar perfectamente pero los gatos se ponen muy nerviosos cuando ven un ser que no tiene control de sus movimientos, que se les tiran encima o los estrujan, por eso saltan y se van. Los niños cuidadosos y calmados tendrán más posibilidades de llevarse bien con el gato.

P.: Perro y gatos en una misma casa… ¿es algo imposible?
J.F.: Un perro tiene muy claro cuál es el gato de casa y cuál el de la calle. Al de casa lo respeta y pueden ser colegas, al de la calle lo que quiere es hacerle correr y así correr él también pero, salvo raras excepciones, no matarlo. Uno de mis trabajos preferidos es presentar gatos y perros que van a convivir en la misma casa.

P.: ¿Compro, adopto o recojo un gato callejero?
J.F.: Mi opción preferida es la de adoptar, que prácticamente es lo mismo que si lo recoges de la calle. Son gatos que están sin hogar, sufriendo o malviviendo en un refugio que no es su hábitat, mucho mejor sacarlos de allí que de una tienda que es un negocio donde, salvo algunos pocos criadores, les importa tres pitos lo que le pase a ese animal.

P.: Me canso del gato y lo abandono porque, como es independiente, ya se buscará la vida.
J.F.: No es cierto. Un gato se puede buscar la vida diez minutos más que un perro pero nada más, y menos en una ciudad. La prueba es que las colonias de gatos callejeros las han de alimentar.

P.: ¿Qué puede aportar un gato como mascota?
J.F.: Mucha compañía. Se ponen en el regazo, te acompañan a la cama. Son mimosos, divertidos, incluso con un punto gamberro. Llenan la vida de una casa y crean auténticas pasiones.

CONSEJOS PARA TENER UN GATO EN CASA

Jordi Ferrés nos dicta un decálogo de buenas y malas prácticas para entendernos mejor con nuestro gato:
– Olvidar todo lo que sabemos de perros. Un gato es otro mundo y no se puede cuidar como a un perro.
– Abrir todas las puertas de la casa, para que pueda moverse a gusto. Ha de poder subir y bajar por cualquier sitio que desee, menos por los fogones.
– Comida siempre a disposición. Un gato ha de poder comer cuando quiera y la cantidad que quiera, él se autoregula. Dele un pienso normal, pero de calidad. Algunas marcas blancas o a granel les pueden provocar problemas urinarios.
– De vez en cuando, darle algún capricho, como las latitas para gatos o algo de nuestra comida.
– Jugar con ellos. Facilitarles una rutina de juego. Mejor tener dos gatos que uno. Existe la creencia de que un gato quiere estar solo y no es cierto. Otro es su mejor compañero de juegos.
– Disponer de un lugar con arena para sus necesidades y mantenerlo limpio.
– Si tiene zona exterior, adaptarla para que el gato pueda moverse por ella. Para que no se escape, podemos poner postes y redes. Con una gatera para que puedan entrar y salir de la casa a la terraza o al jardín cuando quieran.
– Un gato no se ha de sacar a pasear y menos con correa.
– Cortarles las uñas a los gatos es una aberración. Se les caen de forma natural.
– Nada de autoridad ni conductas agresivas con nuestro gato. Se le puede guiar pero nunca con gritos.
– Si vamos de viaje o de vacaciones, salvo que sea una segunda residencia que él ya conoce, lo mejor es dejarlo en casa y que alguien venga a darle de comer de vez en cuando.

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